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La respiración: una Gestalt

Boletín nº 25 de la AETG (Asociación Española de Terapia Gestalt)

Cogemos aire. Soltamos aire. Una necesidad básica satisfecha automáticamente. ¿Interrumpimos de algún modo la satisfacción de esta necesidad? En este artículo se defiende que sí lo hacemos y de dos modos fundamentalmente.

Una de las formas de interrupción es mediante el control de la intensidad. Reduciendo o ampliando la intensidad, bien de la inspiración, bien de la espiración o de ambas, atenuamos o intensificamos el contacto con la emoción.

Y otra es mediante las pausas. Podemos hacer una pausa en apnea alta, es decir, entre la inspiración y la espiración, cuando tenemos aire dentro. Igualmente podemos hacer una pausa en apnea baja, entre la espiración y la inspiración, una vez que hemos soltado el aire. O podemos hacer micropausas controlando la espiración, así dejamos salir controladamente el aire, poco a poco, en lugar de dejar que los pulmones se deshinchen espontáneamente.

Un tercer modo relacionado con la intensidad sería la velocidad, que se puede incluir dentro del control de la intensidad respiratoria.

Vamos a introducir aire y a retenerlo en apnea alta. Probemos a pensar mientras hacemos esto en un introyecto. Por ejemplo: tengo que ser amable o buena con todo el mundo. O más general como hay que querer a los padres. ¿Nos suena esta manera de respirar? Cuando introyectamos no cuestionamos la creencia o el mandato. Al igual que en la digestión no digerimos lo introyectado. Por lo tanto, inspiramos rápidamente y hacemos después una pausa. Nos aseguramos así de que eso se queda ahí, sin cuestionar.

Podemos probar una forma de introyectar adaptativa. En este caso el aire lo podemos retener en apnea alta o lo dejamos salir en varias espiraciones cortas con pausas marcadas. Probemos a atarnos los zapatos y a ser conscientes de cómo es nuestra respiración. No tendría sentido poner en duda o cuestionar la tarea.

Ahora vamos a introducir aire y a retenerlo en apnea baja. Fijémonos en nuestra respiración cuando escuchamos a alguien y estamos muy interesados en entender lo que dice. En la escucha terapéutica, por ejemplo, cuando dejamos de estar relajados y hacemos esfuerzos por entender, suspendemos la respiración en apnea baja. Es decir, dejamos salir algo nuestro y nos aseguramos de que lo ponemos en otro antes de volver a coger aire, esta forma de respirar correspondería a la proyección.

Y probemos algo más complicado: controlamos la inspiración y acortamos la espiración. ¿A qué nos suena esto? Acortamos lo que sale de nosotros y lo obligamos a volver adentro. ¿Tal vez es esto la retroflexión?

Y, finalmente, otra forma de respirar para la que necesitamos a otro. Probemos a acoplar nuestra respiración a la de otra persona. ¿Qué sentimos? ¿Tal vez entramos en confluencia?. Esto puede ser frecuente en la escucha terapéutica, implica una forma de empatía y puede suponer el riesgo de no separarse de la vivencia del paciente. En estos casos es suficiente con tomar una respiración consciente más amplia para detener la confluencia.

En resumen, los mecanismos de defensa propuestos por la Gestalt pueden reflejarse y ser estudiados también en la respiración. Y no solamente pueden ser estudiados, en ocasiones pueden ser suspendidos durante un lapso de tiempo si nos proponemos respirar conscientemente sin pausas. Durante ese tiempo sucede que todo aquello que evitamos mediante nuestras defensas puede aparecer en la conciencia (eso es terapéutico porque podemos verlo y ponerle nombre) y también durante ese tiempo puede vivirse uno a sí mismo de un modo desacostumbrado; a veces, de un modo lúcido y gozoso que nos pone en la boca un dulce. Un dulce que nos motive a seguir adelante sabiendo que hay otro modo posible de vivir.